...la gente que sueña despierta; a la que vive y se alimenta de eufemismos; a los que buscan en las cadencias, el placer difícilmente alcanzable y comparable con cualquier otra cosa que pudiese mover nuestros sentidos. A aquel que supo descubrir la insondable diferencia entre oír y sentir la música. A los escépticos, a los desterrados hijos de Eva que nunca entendieron la locura de entregarse a un amor genuino, altamente regocijante, incondicional, irreemplazable y absolutamente sanador del alma como es la música. Y por último, a los que no desconectaron, y sabiendo que deben hacerlo, jamás se lo permitieron; a los que desconocen el camino para alcanzar el éxtasis sin dejar de pagar el alto costo de entregar el tiempo hasta perder el sentir, que dan la sensación conjunta de un whisky, una brisa, una profunda intimidad, una sonrisa y la canción que más te gusta.
